
Hay personas que llegan al mundo para amar, ayudar, sonreír y hacer felices a los demás, una de esas personas era Pedro, un ser de luz y alegría.
Pedro llegó a nuestras vidas muy joven y repleto de ilusiones. Se enamoró perdidamente de mi amiga Maribel formando juntos una familia de alegría.
Y es que era especial. Un hijo ejemplar para sus padres, Marga y Pedro, que recibieron de él todo el amor que un hijo puede dar, siempre compartido con su querido hermano Javier y con el resto de sus seres queridos, esos que hoy tienen el corazón roto.
Pero fue también un padre y un abuelo tierno y dulce con sus tres nietos a los que adoraba. En sus ojos brillaba una felicidad serena cada vez que hablaba de ellos o los tenía cerca para compartir risas, juegos y felicidad.
Su marcha ha sido demasiado temprana, con solo 56 años, víctima de la enfermedad maldita que tanto nos hiere y asusta porque se lleva a personas jóvenes y buenas como él.
El adiós a un amigo te rompe el alma pero ver marchar a tu gran amor, a un hijo, un hermano, padre o abuelo maravilloso, deja un vacío imposible de llenar y una herida que tardará mucho tiempo en curarse.
Y aunque no sirve de consuelo, tengamos presente que también deja una hermosa huella en nosotros con momentos maravillosos repletos de recuerdos, de besos, abrazos, risas y alegrías. Algo que ni el dolor ni el paso de los años podrán borrar jamás.
Los que creemos en otra vida no terrenal sabemos que vivirá siempre entre los que tanto amó. Protegiéndoles y habitando en un lugar maravilloso allí donde el cielo se une con el mar.
Descansa en Paz querido Pedro. Los que nos quedamos aquí sin ti te recordaremos con amor siempre.