La pasada semana nos dejó, de forma repentina, el doctor Willfredo Portorreal Guerrero, conocido por todos como el doctor Willy. Un problema de salud y algunas complicaciones apagaron su corazón, pero no el inmenso recuerdo que deja en Almuñécar y La Herradura, donde vivió y ejerció durante cerca de cincuenta años.
Llegó desde Santo Domingo a Granada un 28 de septiembre de 1963, con una maleta llena de sueños y el firme deseo de convertirse en médico. Se pagó en parte los estudios trabajando en la cafetería de un pequeño hotel, sin perder nunca la sonrisa ni la vocación. Al acabar la carrera y como tanto deseaba, eligió Almuñécar para quedarse a vivir y cuidar de su gente. Aquí encontró un hogar, muchos amigos y, sobre todo, un lugar donde hacer lo que más amaba: acompañar, aliviar y curar.
Era médico de familia, pero también confidente, consejero y amigo de cientos y cientos de personas que encontraron en él algo más que un profesional. Con una palabra justa, una mirada tranquila o una broma oportuna, hacía más llevaderos los dolores y las preocupaciones. Muchos acudían a su consulta por temas de dermatología, su punto fuerte, pero todos salían con algo más que una receta o un consejo médico: se llevaban el calor humano de alguien que sabía escuchar y comprender.
Willy nació hace casi 80 años en Higüey, República Dominicana, y era uno de seis hermanos. Aquí, en España, formó su propia familia junto a su querida esposa Teresa. Con ella tuvo dos hijos que adoraba, Wilfredo y Juan, pero su mayor alegría en los últimos años era su nieto Oliver, a quien mencionaba con orgullo siempre que podía presumir de él.
La madrugada del 27 de julio se sintió mal y fue trasladado al hospital de Motril y con posterioridad al PTS de Granada, donde mostró mejoría y pudo despedirse, sin saberlo, de sus seres queridos. En una de las pruebas encontraron un problema en su corazón que parecía leve… hasta que, en la madrugada del miércoles, ese corazón enorme que tanto cariño dio se detuvo para siempre.
Pero lo que no se detiene es el cariño que dejó sembrado.
El Ayuntamiento de Almuñécar, a través de su alcalde, Juan José Ruiz Joya, ha anunciado que propondrá en el próximo Pleno dedicarle la calle donde estuvo su consulta. “Es un gesto de gratitud y de memoria para quien convirtió su consulta en un refugio de confianza y humanidad para Almuñécar y La Herradura”, cumpliendo también con el deseo de sus vecinos y amigos.
Su familia —su esposa, sus hijos, su nieto, y tantos pacientes que se convirtieron en amigos— lloran su ausencia, pero también celebran su vida. Porque el doctor Willy no era solo médico, era hogar, era consuelo, era humanidad.
Y eso no muere nunca.