"La Pandemia de la Covid19 nos dejó marcas en la piel y aristas en el corazón"
Editorial / Mariló Joya - Tres años después.
Hoy quiero dar las gracias al Ayuntamiento de Almuñécar por el reconocimiento recibido en los actos “Héroes de la Pandemia”.
Nada más lejos que considerarme héroe por hacer mi trabajo lo mejor posible en tiempos tan difíciles.
Este reconocimiento, ya sin mascarillas, entre amigos, juntos y sin miedo, sirve para recordar algunas cosas que muchos desconocen sobre como vivimos los medios de comunicación la pandemia.
Cuando todo el mundo estaba confinado nosotros podíamos salir a la calle para informar, éramos trabajadores esenciales, pero eso no quita que pasáramos mucho miedo. Como todos.
Cada día esperábamos asustados los comunicados de Sanidad donde nos pasaban las cifras de contagios, hospitalizados, graves en UCI y fallecidos.
No era fácil informar de algo así. Y pasaba cada día. De esos gráficos por pueblos, ciudades y comunidades nosotros informábamos de las cifras que nos afectaban a nosotros. Las de Almuñécar, la Costa Tropical…. Era muy duro contar a los que nos seguían expectantes que la gente de nuestro pueblos seguía enfermando y muriendo.
Pero no solo las cifras daban miedo, también las calles vacías y solitarias, cuyo silencio solo rompía el sonido de las ambulancias. La paz de esas calles, de las playas, era extraño caminar por ellas en solitario, pero lo que más miedo daba era el temor de que así podría llegar nuestro final.
Los medios de comunicación locales intentamos transmitir optimismo y esperanza. De las cifras más dramáticas dábamos lo menos malo, intentábamos no alarmar más de lo debido a los que nos leían y veían nuestros vídeos continuamente porque no podían hacer mucho más desde sus encierros. Algunos nos felicitaban y agradecían que les lleváramos imágenes que transmitían vida y que ellos no podían ver. Otros criticaban que los periodistas pudiéramos salir a la calle libremente Especialmente los que éramos informadores y vecinos como ellos. Nunca lo entendí.
Recorrimos cada rincón de nuestro pueblo para que pudieran ser testigos de sus propios aplausos y los de todos. Cada tarde, a las ocho en punto, íbamos de una calle a otra, de una plaza a otra para compartir todas las muestras de cariño, respeto a los sanitarios, farmacéuticos, empleados de supermercados...
Acompañamos a la policía, a los bomberos y a los sanitarios para mostraros el gran trabajo que estaban haciendo. Y nos cansamos de animaros para que fuerais a vacunaros mostrando la vacunación de muchos vecinos que querían servir de ejemplo.
Informar en tiempos de Covid no fue fácil.
Siento escalofríos al recordar la sensación de pánico al ver las ambulancias llegar a las puertas de casa y edificios, sabíamos que había enfermos que serían trasladados al hospital, pero desconocíamos si regresarían.
Con dolor personal recuerdo al coche fúnebre llevándose a las personas fallecidas en casa sin que sus familias pudieran acompañarlos en su último adiós.
Los periodistas, los comunicadores, los que informábamos cada día también pasamos mucho miedo. Pero, al igual que todos los que hoy, tres años después, hemos recibido este emotivo homenaje, estamos aquí y podemos contarlo gracias a todos los que trabajaron para ayudar. Los investigadores, los sanitarios, trabajadores sociales, fuerzas de seguridad, equipos de desinfección y limpieza, maestros, profesores, voluntarios, los equipos de confección de mascarillas y los niños. !Qué grandes fueron los más pequeños¡
La Pandemia de la Covid19 nos dejó en la piel la marca de las vacunas pero también aristas en el corazón porque nos enfrentó a lo desconocido de una forma brutal y dramática.
Nos dimos cuenta de la debilidad humana pero también de la fuerza de muchos héroes que trabajaron duro para salvarnos y de todos los que ayudaron con lo poco o mucho que podían hacer.
Mi madre murió de viejita en mayo de 2020. Cuando todo era terrible. Ella no estaba enferma, sólo era una mujer de avanzada edad que nos dejó en tiempos de pandemia por pura casualidad.
Cuando la funeraria llegó a por su cadáver sólo pudimos decirle adiós desde la cancela de la casa. Cuando la puerta negra de hierro se cerró, comprendimos que lo que podía llegar era incierto. Para consolarnos pensamos en la cantidad de hermanos, hijos, padres, madres y abuelos que salieron de casa contagiados y ya nunca más volvieron a ver a sus seres queridos.
Los sanitarios hicieron todo lo que pudieron por ellos, les cuidaron con dedicación y cariño. Ellos sí que fueron los auténticos héroes, lo nuestro fue simplemente nuestra labor cumplida lo mejor que supimos.
Gracias.