Opinión: Día Universal del Niño. Por Trinidad Herrera Lorente.
Trinidad Herrera Lorente. Alcaldesa-Presidenta del Exmo. Ayuntamiento de Almuñécar-La Herradura.
Nunca, hasta el momento presente de la historia, se había alcanzado un nivel de concienciación mundial ante la situación y problemas de millones de personas expuestas a la barbarie, el hambre, la guerra, la enfermedad y el olvido.
Paradójicamente, el desarrollo social, económico y cultural logrado a estas alturas del siglo XXI no puede ocultar la escandalosa realidad de que la inmensa mayoría de la población del planeta subsiste en condiciones tercermundistas, inhumanas e inmorales; ante la mirada pasiva de gobiernos y organizaciones internacionales.
En este contexto, catastrofista sí, hoy debemos fijar nuestros ojos y abrir nuestro corazón hacia el colectivo más vulnerable de todos, en cualquier parte de la tierra y siendo indiferente el hecho de que se trate de países desarrollados o de los llamados del primer mundo: me refiero a los niños de todas las naciones y lugares.
La Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959. Desde entonces, Naciones Unidas celebra cada 20 de noviembre el Día Universal del Niño. Una conmemoración que sirve para atizar a la conciencia colectiva y recordarnos, siempre de manera hiriente, que millones de ellos sufren cada día el hambre, el dolor, la separación, la guerra, la violencia doméstica y el atropello del resto de derechos no ya fundamentales, sino básicos.
Fijaros como sentís una punzada interior cada vez que las noticias nos sirven la tragedia de los menores, los más débiles. Estoy segura de que no hay una sola persona en este mundo que sea insensible ante la crueldad humana que se ceba con los niños y niñas que no tienen más arma que su inocencia, su generosidad y su alma limpia.
Aquellos que miráis con ternura a vuestros hijos sufrís sinceramente ante los dramas ajenos en que los protagonistas son niños…
Reconozco que es muy, muy difícil asumir y aceptar que son un blanco fácil del lado más oscuro y monstruoso de los mayores.
No penséis, pues, que no podemos hacer nada por construir un mundo mejor para ellos, por luchar por ellos y defenderlos.
No os desentendáis. Podemos y debemos hacer un buen trabajo de fondo en nuestro propio hogar, en nuestro propio pueblo.
Desde nuestra comprensión, cariño y respeto hacia los niños hasta lo que a ellos mismos les inculcamos, desde pequeños, para que el día de mañana hagan lo mismo con las generaciones que vengan detrás. Ese respeto, ese amor, sólo se fomenta desde ese mismo respeto y amor.
Mientras tanto, sed guardianes de la infancia feliz. Denunciad sin miedo cualquier atropello, y no cerréis los ojos ante cualquier noticia en la que los menores sean víctimas porque debemos mirar de frente a la injusticia y proclamarla a los cuatro vientos; ¡dejemos de ser testigos silenciosos ante el atropello de los derechos de todos los niños y niñas del mundo!
Hoy os lo pido, con sinceridad y cariño, al tiempo que os invito a esbozar una gran sonrisa por ellos y ellas. Y nunca olvidéis que todos llevamos un niño en lo más profundo de nuestro corazón.